lunes, 11 de mayo de 2009

Poyais













Pese a estar enterrado en el Panteón Nacional, hoy apenas se le recuerda. Aventuraré un motivo para el olvido: McGregor no sólo era un maestro masón con grados recolectados de Glasgow a Londres y un guerrero capaz de derrotar a cuanto batallón español se le pusiera en frente; McGregor era, además, un arriesgado, perseverante e ingenioso estafador.

En rigor, la participación de McGregor en la guerra contra España no abarca mucho más que un escaso lustro. Enterado de la rebelión mientras estudiaba en Edimburgo, llega a Venezuela en 1811 y lucha al lado de los patriotas, pero ya en 1817 está envuelto en la creación de Las Floridas, una república de ensueño en la isla Amelia, al noreste de Florida, que nace de un equívoco: McGregor llega a la isla el 29 de junio con apenas ochenta hombres, pero la jerarquía española supone que se trata de la avanzada de un contingente mucho mayor y se rinde sin oponer resistencia.

En su naciente república, McGregor funda una democracia que ostenta una orgullosa bandera con una cruz verde como emblema. Crea instituciones; se distingue como un gobernante justo; obtiene recursos bajo la promesa de que, liberada toda la Florida, los proveedores serían bien recompensados.

Pero comete un temprano error. Otorga patentes de corso a varios capitanes, quienes no tardan en darse cuenta de que la captura de barcos españoles, y el consecuente remate de los bienes que en ellos se transportaban, era una verdadera mina. Recaen sobre McGregor las sospechas de que no es más que un simple charlatán que desea enriquecerse mediante la piratería. Poco más de dos meses durará su gobierno; su república le sobrevivirá hasta diciembre, cuando es ocupada por fuerzas norteamericanas.

McGregor conocerá una breve tregua triunfal antes de tomar el definitivo camino del engaño. En 1819 expulsa a los españoles de Panamá. Tras un episodio posterior en Riohacha, donde se nombra a sí mismo “Inca de la Nueva Granada”, está en la isla de Margarita en 1820, cuando es designado diputado ante el Congreso Constituyente de Cúcuta, cargo que no llega a asumir pues se va a Centroamérica. Y es aquí donde comienza su verdadera historia.

n algún momento de ese año, McGregor llega a Londres presentándose como cacique o príncipe de Poyais, un pretendido principado que acababa de establecer, instituciones y fuerzas armadas incluidas, en la Costa de Mosquito, Nicaragua, con 32.500 kilómetros cuadrados que le habría concedido el rey local George Frederick.

Deslumbrados por este particular cacique escocés casado con una prima de Bolívar, que no dejaba de hablar de su heroísmo al lado de los prohombres latinoamericanos, los ingleses recibieron con honores al príncipe de Poyais. Christopher Magnay, principal autoridad de Londres, le dedicó una recepción oficial a quien, por otro lado, se decía descendiente del gran Rob Roy McGregor.

Nombra embajador de Poyais al mayor William John Richardson, quien lo hospeda en su palacio de Essex. Juntos crean la Embajada de Poyais en el centro de Londres, antecesora de otras dos en Edimburgo y Glasgow, y organizan suntuosas veladas plenas de diplomáticos, militares y gobernadores. Empiezan a vender las tierras del principado al atractivo precio de 3 chelines y 3 peniques por acre. En 1822, McGregor recibiría un préstamo de 200.000 libras para ayudar al fortalecimiento de su principado.

¿Nadie sospechó? Probablemente sí, y por ello ese mismo año el cacique de Poyais publicó la guía de la Costa de Mosquito, que en 350 páginas describía las bellezas (y muy especialmente las riquezas) naturales de su región. Minas de oro y plata, prados preñados de fertilidad, la extraña fortuna de no ser un territorio afectado por tormentas tropicales y una capital, Saint Joseph, fundada por colonos británicos (¡quizás parientes vuestros!), tales maravillas esperaban con los brazos abiertos a quienes se atrevieran a fundar una nueva sociedad. Esto y más era descrito en ese libro, cuyo autor obviamente no podía ser el hábil McGregor, sino un tal capitán Thomas Strangeways. La única copia de esa guía de que se tiene conocimiento en la actualidad fue adquirida por el periodista David Sinclair, y fue una de sus fuentes para La tierra que nunca existió, un exhaustivo estudio sobre el que ha sido llamado el mayor fraude de la historia.







La historia completa, perfectamente narrada y historiada (gracias por la info); http://jorgeletralia.blogsome.com/2007/01/09/de-por-que-olvidamos-al-general-mcgregor/

2 comentarios:

  1. Poyais merece su propia película. Peter Weir se la dedicó a "La Costa Mosquito" (en la que estaba River Phoenix ...), sobre la novela de Paul Theroux. La tuve años en VHS, hasta que la regalé por falta de espacio ...

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  2. WAAO, ME RESULTA TAN ENIGMÁTICO, ESTE TRUÁN, TUVE UN TÍO POLIT. MILITAR PORTUGUES, EXPULSADO CUANDO SALAZAR, CRIADOR DE CABALLOS, ABOGADO, EN BRASIL DESPUES DE SALIR DE ESPAÑA DURANTE LA GUERRA CIVIL COMO INSTRUCTOR DE CARROS DE ASALTO, YA EN BRASIL, VENDIÓ A UN PORTUGUES AMANTE DEL DICTADOR SALAZAR,UN PUENTE, EN COMPINCHERÍA CON UN REGISTRADOR, ASÍ SE FUE A WASHINGTON, SABIENDOSE PERSEGUIDO, VINO A VENEZUELA, NOS ENTERAMOS UNA VEZ QUE VINIERON UNOS SOBRINOS DE BRASIL Y CONTÓ SU MIEDO DE VOLVER, PORQUE ESTABA SOLIC. POR INTERPOL, PERO YA HABÍAN PASADO 30 AÑOS, PRESCRIBIÓ Y VOLVIÓ, ASI TIENE MUCHAS CRUZADAS, ESTE BANDIDO PORTUGUES, QUE FUE MI TIO...MUY AVENTUREROS...E INGENIOSOS. DIPIETRO.WALTER@GMAIL.COM

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